Academia Nacional de Ciencias Económicas – Instituto de Economía Aplicada «Dr. Vicente Vázquez-Presedo». 3 de Agosto de 2004 |
INTRODUCCION La presente conferencia se origina en un articulo periodístico que publique en el mes Junio de 2004, en el cual se llama la atención sobre algunas cuestiones fundamentales, en relación con la deuda de los países, que parecieran haberse olvidado. Este olvido de la estructura básica de la deuda pública de los países y de su sustento jurídico – institucional, importa una desviación en todo el tratamiento del problema de la deuda pública argentina. Decía el artículo en cuestión: «Los países emiten títulos que representan una cantidad de valor determinada, destinados a ser adquiridos en los mercados. Expresan que ese valor será pagado al tenedor a cierto plazo y constituyen una deuda. Los compradores los adquieren para beneficiarse con el rendimiento, confiando en el valor que los títulos representan. Aunque parezca paradójico, la deuda de los países no está destinada a ser pagada, porque cuando los títulos vencen, se emiten nuevos títulos por el mismo valor, que adquiridos en los mercados repagan los títulos vencidos. Las deudas de los países son perpetuidades, que son renovadas sistemáticamente por el mercado. El stock de deuda se mantiene constante, aunque los títulos sean específicamente redimidos a su vencimiento. Esta es la relación co-implicante entre valor y deuda: no hay deuda sin valor porque nadie compra títulos en los que no cree. No hay valor sin deuda porque todo título debe ser redimido en algún momento. Esta dinámica sólo puede practicarse si se mantiene el valor. En efecto, si el valor decae el circuito virtuoso no podrá verificarse: la caída de valor de los títulos impedirá que el mercado se interese por ellos. Si el mercado no compra los nuevos títulos, los antiguos títulos deberán ser redimidos con fondos propios del país y no con fondos prestados por el mercado. Ya no habrá stock de deuda porque en esa hipótesis los nuevos títulos carecen de valor. La realidad es que valor y deuda no son nociones económicas, ni siquiera jurídicas, sino elementos de la existencia, y como tales están usados en la terminología económica y jurídica. El valor de un título remite al valor de un país. Qué valoramos en un país? Lo mismo que en una persona. Primero, lo que se refiere a su personalidad moral: su disposición para cumplir y hacer cumplir la ley, su respeto por la palabra empeñada, su paz interna, la disposición al trabajo de sus habitantes, la educación, la seguridad personal, la libertad. Pero también está representado por cuestiones que no son morales, sino materiales: la riqueza de sus recursos, su capacidad para formar capital y tecnología para explotarlos, las empresas de todo orden que ese país posee, su actividad económica, de cualquier índole, la eficacia de sus Fuerzas Armadas y de Seguridad. El valor de un país no es otra cosa que el conjunto de valores que respetamos y admiramos en cualquier individuo o conjunto de individuos. Deuda, según el diccionario de la Real Academia es la obligación que debe saldarse; la obligación moral contraída por alguien; la culpa, la ofensa. La deuda es un disvalor; es una falta, es algo que falta. Cuando desaparece el valor aparece la falta, la deuda. Deuda y valor son términos antagónicos, pero también son términos co-implicantes. No puede existir la deuda, si no existe el valor y tampoco es pensable el valor, si no existe la deuda. (…) Y esto que es así en la vida, es igual en el derecho y en la economía, de las personas y de los países. Cuando se pierde valor como país hay sólo deuda, porque se percibe la falta de valor, se quiere recuperar lo prestado y no se acepta una nueva promesa de quien no mantiene su valor.» (1) En definitiva se ha generado en la opinión pública una idea confusa y errónea que sostiene que la deuda publica es algo que debe pagarse en su integralidad y que pareciera ser además una de las grandes causas de nuestros males. Esta concepción, influye lógicamente en la negociación de la deuda externa, puesto que lleva a un durísimo tratamiento de los acreedores, a quienes se considera poco menos que un grupo de perversos, cuyo empeño es entorpecer el desarrollo de la Argentina. En esta situación, la negociación de la deuda, es poco menos que imposible. Nuestro país, debe restaurar el «valor argentino», si quiere llegar a una negociación razonable, lo cual a nuestro juicio, es perfectamente posible, siempre que abandonemos la actitud de confrontación inútil y nos concentremos en la restauración, de lo que hemos llamado aquí «el valor argentino». Sin embargo, la Argentina no encuentra su camino de vuelta al mundo. Adopta una actitud ofendida, como si nuestras desgracias fueran la consecuencia de actos de conspiración, perpetrados por acreedores o por empresas que apostaron su suerte al futuro argentino. Obsesionados por la deuda, nos concentramos en obtener la mayor quita posible, la menor tasa de interés y la menor garantía, acusando a los acreedores de haber prestado, formulando ofertas dignas de un país que ha sufrido una devastación nuclear y ya no tiene casi ningún futuro. Al mismo tiempo, persistimos en no cumplir con la palabra empeñada. Gracias a esto, estamos involucrados en un número record de litigios, ante los tribunales arbitrales internacionales. Así nos internamos más en el concepto de deuda y nos alejamos más del concepto de valor, y por ello del mundo: a nadie le interesa un país que solamente tiene deudas. Si la Argentina quiere reestructurar sus compromisos, paradójicamente debe dejar de centrar su acción en la deuda y debe poner el énfasis en el valor. En definitiva existen dos caminos: el primero es el que estamos recorriendo, que consiste en culpar a los demás de nuestros males y tratar de disminuir hasta limites imposibles el tamaño de la deuda. El segundo, consiste en hacer un verdadero diagnostico de nuestros problemas como sociedad y advertir que, la deuda pública es un problema importantísimo, pero no es la causa de nuestra crisis. En esa línea de pensamiento, deberíamos comenzar por un programa integral, de reestructuración del sistema capitalista y encarar el tema de la deuda pública con ortodoxia, dentro de límites posibles. BREVES COMENTARIOS SOBRE LA DEUDA La deuda externa, en su historia más reciente, arranca con 4.000 millones en el año 1976 siendo la deuda actual, según las estimaciones, del orden de los 180.000 millones de dólares de los cuales: – 35.000 están en los organismos multilaterales de crédito – el resto es de argentinos en las AFJP y de extranjeros ó de argentinos, en el exterior. Esta deuda es el 140% del PBI, o sea que no tiene ninguna relación o ningún ratio razonable. Argentina podría servir esta deuda cumpliendo dos condiciones, a saber: a) un acuerdo rápido y razonable similar a Rusia o Ecuador. b) Un enorme aumento de la producción, que requiere un correlativo aumento de la inversión. Sin embargo, frente a esta situación que parece bastante clara; la deuda, como dije al principio, es vista como una especie de conspiración de los acreedores. La declaración de default fue hecha como un símbolo de triunfo, pareciera que les habíamos ganado, a los que nos estaban haciendo tanto daño, al habernos prestado. Y después del estallido del 2002, es como que no encontramos el camino de vuelta al mundo, la Argentina tiene una actitud ofendida. Hacemos ofertas dignas de un país que tuvo un Hiroshima, como la oferta de Dubai y hemos convertido en rasgo nacional el incumplimiento de la palabra empeñada; la regla «pacta sunt servanda», no existe más para Argentina. De esta forma, nos estamos alejando cada vez más de nuestro valor como país; que es lo que precisamente tenemos que restaurar, para conquistar inversiones, para aumentar la producción y para poder servir la deuda. Nadie cree en la Argentina, tampoco los argentinos creen en la Argentina. Una teoría adolescente Proclamamos una especie de teoría adolescente, en la cual nosotros no tenemos que servir la deuda. En efecto, hacer una quita del 90% y no reconocer los intereses desde el año 2001 hasta el año 2013;equivale a no servir la deuda. La Argentina pretende además, de la emergencia permanente, el default permanente. Mientras tanto, pensamos en vivir «con lo nuestro», al margen del mundo, contra las reglas del mundo capitalista y globalizado, enfrascados en una ilusión tan ingenua como imposible. Para sostener esta ilusión adolescente, se requiere una inversión de los valores, en la cual todo lo que al mundo le parece correcto, a nosotros nos parece mal. Los argentinos somos tan especiales, que los valores generalmente aceptados en Occidente, no nos cuadran, no nos sirven, como si viviéramos en el set de filmación de «Lo malo, lo sucio y lo feo». (2) Paradójicamente, nos vamos convenciendo de que lo que está bien, es el incumplimiento de la palabra, la arbitrariedad, la desigualdad, lo imprevisible. Uno de los mejores ejemplos que tenemos es la «pesificación», de la cual existen casi tantas clases como jueces. Nadie sabe qué le corresponde, en cual «casillero entra»: si tiene buena suerte puede entrar en el «casillero» del 3 a 1; mala suerte, que es la mayoría, en el «casillero» 1 a 1. ¿Cuál es la razón por la cual, un señor que tenía un certificado de depósito en pesos, garantizado por la Ley de Convertibilidad le corresponde la relación de «1 a 1» y otro que tenía un certificado de depósito en dólares, le corresponde la relación de «3 a 1»?. Es insondable. Como vemos la quiebra del sistema jurídico es completa. Abarca no solamente al «pacta sunt servanda», al cumplimiento de la palabra empeñada, sino también a la igualdad, la igualdad frente a las situaciones iguales; la otra base pilar del derecho. Añoramos una especie de retorno al paisaje de los ’70, nos encanta y vamos a volver. Tenemos ya todas las bandas armadas por las calles, y un estado permanente de inseguridad, de imprevisibilidad, de inseguridad jurídica y la falta de inversión que todo ello apareja. Cada vez hay más demanda, porque hay más medios de pago, en el mercado. Mientras tanto, la oferta permanece constante, porque pareciera que nadie está dispuesto a invertir y a superar los límites de la capacidad instalada. En el horizonte, está la inflación, porque evidentemente estamos emitiendo moneda y no se está generando una oferta de bienes correlativa. Este es el panorama que tenemos hoy y del cual pareciera como que no queremos salir; queremos encerrarnos en esta situación y que el mundo, acepte que no vamos a servir la deuda y que además vamos a persistir en cometer todos los errores que nos trajeron hasta aquí. La verdadera causa: La destrucción paulatina del Sistema Capitalista La realidad es obvia como siempre. La deuda es una consecuencia, no una causa. La verdad, es que Argentina fue desmantelando paulatinamente, desde 1920 en adelante, el proyecto capitalista de 1853; con diversas herramientas en las distintas épocas. Una herramienta constante, ha sido la emergencia, la emergencia económica o emergencia fiscal, en la cual hemos vivido casi en forma permanente desde el año ’30. Los sujetos pasivos de la emergencia han sido varios, todos alrededor siempre del derecho de propiedad. Nosotros no llegamos a atacar el derecho de propiedad, como una nación propiamente comunista, pero a lo largo de varias décadas en el siglo XX, hemos ido cercenando el desarrollo de la propiedad en su existencia real; la propiedad se ha mantenido casi como una idea pura, como una ilusión, atacada desde todos los flancos posibles. Hemos amenazado la locación hasta destruirla, hemos convertido la hipoteca en una ilusión inejecutable. Nuestros jueces, nunca han reconocido las tasas de interés del mercado. Hemos destruido el ahorro y la jubilación, hemos limitado el Código Civil, en cuanto a la propiedad del subsuelo. Hemos generado un sistema tributario profundamente injusto, rayano en lo confiscatorio, que le cobra mucho a muy pocos. Y hemos mantenido durante todo el siglo XX, un altísimo déficit presupuestario; que se financia básicamente, de acuerdo a la historia, con los siguientes recursos: – La inflación y la correlativa destrucción de la moneda. – La confiscación sistemática de las jubilaciones. – La emisión de deuda pública (interna y externa). – La falta de servicio de esa deuda pública. Esas son las fuentes de financiación del déficit público, durante los últimos cincuenta años. A mediados de la década del ´50, ya no quedaba prácticamente nada del proyecto capitalista de 1853. La economía estaba estatizada. En esa situación permanecimos con pequeñas variantes, hasta que en 1970, se inicia la sindicalización, la sovietización de las empresas, que ya eran del estado. En efecto, a partir del ’70, los sindicatos toman la conducción de las empresas del Estado, que ya no son conducidas, por intelectuales salidos de la universidad ó de los partidos políticos ó del conocimiento de los temas específicos, sino por personas directamente colocadas por los sindicatos. Sin que cambie la estructura de economía estatizada, a partir del año ’83; Argentina sale de la emergencia política, en la cual estuvo durante casi 40 o 50 años volviendo al sistema de elecciones populares. Pero no sale de la emergencia económica; sigue gastando más de lo que recauda, sigue financiando el déficit presupuestario con la confiscación de las jubilaciones, inflación, con emisión de deuda pública y con presión tributaria. Al final de la década del ’80; la emisión desenfrenada nos lleva hasta la hiperinflación. En los ’90 se pone la convertibilidad como remedio, pero sigue el gasto público excesivo, que creció el 127% desde 1990 hasta 2001; pese a que se vendieron todos los activos del Estado, por lo cual el país percibió alrededor de 30.000 millones entre bonos y dólares. El gasto público siguió aumentando. La privatización tuvo un beneficio adicional, que era que todos estos activos que normalmente generaban inflación y gasto, pasaron a pagar impuestos, pero esto no fue suficiente. En efecto, el «clientelismo» político, que estaba antes alojado en estas grandes empresas públicas, fue desalojado de ellas, porque fueron vendidas a quienes las explotaban racionalmente; y pasó a los gobiernos, municipales, provinciales y nacional. De manera tal, que el gasto público excesivo permaneció, más allá de que cambió de ubicación. En definitiva, Argentina de los ´90 repitió el ciclo económico que la caracterizó durante casi todo el siglo XX: – Desproporcionado déficit fiscal – Corset transitorio (en el caso la convertibilidad) que impidió la inflación. – Financiación «clásica» del déficit (confiscación de jubilaciones y emisión de deuda pública). – Estallido del sistema, cuando el corset no resistió mas. Diciembre de 2001. – Crisis política. «Pueblada». Nuevo Gobierno. De lo expuesto se deriva la falsedad del concepto, según el cual la deuda pública es la causa de la crisis. También es falso el concepto de la deuda pública con vencimiento ó de la deuda exigible que se pretende instalar ideológicamente. Si Argentina recupera su valor, los acreedores van a estar dispuestos a llegar a un arreglo razonable de la deuda como lo que pactaron con Ecuador o con Rusia. No se trata entonces, de buscar fórmulas de negociación de la deuda, que ya existen, ni menos aún fórmulas de negociación que consistan en su anulación. Se trata, de encontrar la manera, de volver a tener valor como país. De que el mercado financiero, nacional e internacional nos estime de nuevo, que acepte estos nuevos títulos y que se genere, un circuito virtuoso de inversiones en la Argentina. La restauración del Capitalismo En la deuda pública, externa e interna, debemos volver al concepto de perpetuidad, al concepto de stock de deuda, lo cual no es una cuestión técnica, sino que depende de la consideración de Argentina, como un país valioso de Occidente y no como un país tramposo. Reconstruir el valor, significa poner de nuevo en marcha el sistema capitalista. Y esto de nuevo, no es un problema económico, es un problema jurídico. El sistema capitalista, se basa esencialmente en una premisa: es que el poder debe estar sometido a la ley. En cambio, si el poder está sobre la ley no hay capitalismo posible ni hay esperanza. Es notorio que en nuestro país, el poder está sobre la ley desde hace 50 años. Ha habido momentos mejores y peores, en los cuales el poder ha sometido en mayor o menor medida a la ley. Pero siempre el poder ha sometido a la ley. Debemos invertir los términos para el futuro. La única política de Argentina debe consistir en que el Derecho está por encima de la Política. Toda política debe ejercerse dentro y no fuera del Derecho. No hay política fuera de la ley. Hay que empezar de nuevo. El estado de decadencia que tenemos, es tan agudo, que permite alguna síntesis de lo que hay que hacer. Pareciera que lo primero, es desprenderse de la Constitución del ’94, que es una Constitución confusa, llena de normas superabundantes, hay que volver a un texto clásico , restaurar la Constitución del ´53. Nosotros hemos adoptado una Constitución social en el año ’94, cuando en todo Occidente el constitucionalismo social era ya un fracaso. Es evidente, que tendríamos que lograr de algún modo un pacto social, un acuerdo de políticas de estado, que trasciendan a un gobierno determinado, integrado como mínimo por los políticos, los empresarios y los sindicatos; y algunas otra fuerzas. Esto debería abarcar, casi todos los grandes capítulos de la economía, la meta del producto bruto, la inversión pública, el gasto público, los salarios, la moneda, etc. Si restablecemos la Constitución del ’53, deberíamos restaurar la división de poderes, para lo cual deben eliminarse definitivamente, los decretos de necesidad y urgencia y las facultades delegadas. No es concebible un sistema capitalista, sin estabilidad del derecho y la estabilidad del derecho, sólo se produce cuando existe un parlamento fuerte, que es el único, que puede alterar los derechos hacia el futuro. Sin auténtico Congreso no hay capitalismo. El «Decreto de Necesidad y Urgencia», es algo que en los países capitalistas serios, existe para las guerras o para los terremotos. En la Argentina, existe para cambiar un impuesto, un inciso de una ley del impuesto a las ganancias. Tenemos que eliminar las «facultades delegadas». En este momento existe un solo poder: el Poder Ejecutivo, que mediante los Decreto de Necesidad y Urgencia y los decretos delegados puede legislar casi sobre todo, salvo la materia penal y alguna materia tributaria. Y habría que eliminar también, al Consejo de la Magistratura, una institución que hemos deformado completamente, respecto de sus precedentes europeos, ya que la hemos convertido, en una intromisión indebida de la política, dentro del sistema judicial. Debe existir un presupuesto suficiente para la defensa, profesionalizar las Fuerzas Armadas y restablecer la vigencia de las leyes de punto final y obediencia debida o bien sancionar una ley de amnistía general. No se puede seguir con la paz interior amenazada. El capital no se acumula donde hay odio, venganza y guerra interna. Por lo mismo, hay que restaurar el sistema de seguridad y darle a las fuerzas de seguridad, la jerarquía que les corresponde. Hay que ampliar enormemente el Poder Judicial, los estados capitalistas tienen poderes judiciales fuertes, no solamente independientes. A veces no son tan independientes, pero para el funcionamiento de un sistema capitalista que está constituido por infinidad de actores económicos, lo que hace falta es un Poder Judicial amplio que funcione con eficiencia, que realmente sea capaz de cumplir la demanda de los actores sociales, en tiempo propio. En nuestro país, hay ciertas áreas de la justicia, donde tenemos la misma cantidad de jueces que en 1960. Hay que gastar mucho más dinero, en el Poder Judicial, hasta alcanzar niveles normales de oferta de justicia, respecto de la cantidad de conflictos. Necesitamos reformar los impuestos, los impuestos tienen que disminuir enérgicamente. Después hay que hacer el esfuerzo de cobrarlos, porque en la Argentina los impuestos no se cobran, pero son tan altos, que si se cobraran, los negocios no serían factibles. Desafío a cualquiera, a que tome el precio de un producto en el mercado y le descuente todos los impuestos. Cuando llegue al costo, advertirá que no lo puede pagar. Hay una condena a la evasión. De manera tal que el sistema tributario, tiene que ser reformado, para devolverle el capital al sector privado. El protagonista de una sociedad es el sector privado, no es el sector público. Todas estas reformas son para volver a una sociedad previsible, para volver a las bases de nuestro país, asentadas en 1853. Tenemos que reestructurar todo el sistema de planes sociales, hacerlos eficientes y honestos, recurrir a las comunidades religiosas para que administren, no podemos recurrir al Estado, el estado argentino no es un estado apto para administrar el dinero. Hay que independizar al Banco Central, esto se ha dicho infinidad de veces, pero hay que hacerlo en profundidad. Nuestra moneda no puede depender de la política electoral, ni de los deseos de los políticos. Tampoco debe sujetarse a conversiones ni tablitas. Debe ser una moneda en serio, regida por una institución en serio. Hay que desregular el trabajo. Desde el año 2000, estamos desandando las temidas reformas laborales de los ´90. Los trabajadores no ganan nada, si los empresarios les temen, por el injusto poder que la ley les otorga. Hay que terminar, con este negocio espúreo de la «protección laboral», que genera cientos de miles de desempleados. De lo expuesto, surge con claridad que los caminos para renegociar con seriedad y honradez la deuda pública, ya son conocidos por todos, porque hay 3 países que han caído en crisis de pago en los últimos 5 años. Los niveles que la comunidad internacional está dispuesta a aceptar; en cuanto a quita, tasa de interés, mezcla de bonos, moneda, vinculación con el PBI constituyen tecnicismos conocidos. Pero el problema argentino no es ese. El problema argentino es que hemos quebrado como sociedad capitalista. Aprender del pasado – El «Martínfierrismo» y la Ilustración. Nuestro país soportó en 1890, una aguda crisis de pagos en la deuda pública. De esa crisis salió fortalecido, haciendo todo lo contrario de lo que hoy hace: mostró al mundo el gran país que era, su capacidad para producir, sobre la base de una mirada hacia adelante. En 1890 proyectó el sistema ferroviario, el puerto de Buenos Aires, imaginó convertir «el desierto» en pampa húmeda, abrió sus puertas a la inmigración y aseguró las garantías de su constitución y la educación para todos los inmigrantes. Mas tarde, proyectó un enorme plan de infraestructura, configurado por la red nacional de caminos, los nuevos puertos y la red nacional de elevadores de granos, redoblando su apuesta. La seriedad de la propuesta argentina entusiasmó al mundo, con un ciclo de inversión y de crecimiento sin precedentes. Por supuesto que Argentina negoció su deuda pública, pero no le hizo falta soñar con conspiraciones, ni acusar a los acreedores, ni proponer quitas rayanas en la confiscación. Los mercados volvieron a creer en el valor argentino, y se reanudó el círculo virtuoso, que es el presupuesto de un stock de deuda: los mercados demandaron otra vez títulos argentinos, y Argentina pagó, como los países que tienen valor, con nuevos títulos que colocaba. Lo que sucedió fue que la Argentina afirmó su valor como país y esta es la clave del asunto que nosotros enfrentamos hoy, porque pareciera que la sociedad y los políticos se niegan a este camino. Ellos quieren seguir con Dubai; aplicar la Doctrina Calvo, aunque un Tribunal Internacional nos condene; pesificar las tarifas 1 a 1, aunque hubo un devaluación de 3 a 1, los salarios aumentaron y los costos también. Queremos seguir en la antijuridicidad. En nuestro país coexisten dos ideologías, dos modos de ver la vida, cuyos paradigmas podrían ser Martín Fierro y la Ilustración. ¿Quién es Martín Fierro? ¿Quién es el campeón de los antijurídicos? Martín Fierro. Se puede hacer claramente una dicotomía cómica, entre el «martinfierrismo» y la ilustración. En el Renacimiento ingresamos, según la historia clásica, en el mundo de la razón: el hombre se convierte en el centro del universo, aparece la libertad religiosa, científica, política, civil; el tránsito del vasallaje a la ciudadanía, la felicidad que debe lograrse en la vida terrenal y no después. Aparece la acumulación de capital como algo permitido, el capitalismo, el individuo. Pero, mientras tanto hay un aspecto subterráneo, que después termina siendo el romanticismo, un mundo oscuro, creencias de que en realidad el feudalismo era mejor, que derivan después en el nacionalismo, en las creencias de raza, en los totalitarismos, en la concepción líder-masa, en vez de la concepción gobierno-ciudadano, la «causa» que trasciende al individuo que debe ser sacrificado. Y en la Argentina este romanticismo, estas ansias de volver al pasado, están representados por nuestro héroe, por Martín Fierro. Incapaz de transformar nada, es un agente de resistencia al cambio, a él todo cambio le molesta, él es incapaz de absorber la civilización, fue expulsado al desierto, odia el progreso, el trabajo, la ley, el orden. Es un amante del pasado salvaje, le encanta la viveza, la bravura, desprecia la educación, la inmigración. Frente a esto, en la Argentina en 1880-1890 se impone el proyecto Alberdi-Sarmiento, que son agentes del cambio, se refieren a un mundo del valor, donde los pactos tienen que ser cumplidos, y donde el derecho es la base de la economía y de la política. Con una Nación abierta, con valentía para afrontar lo nuevo, Argentina creció como nunca creció. Sin embargo, a partir de la década del ´20, pusimos en crisis todas estas creencias y paulatinamente hemos vuelto al «martinfierrismo». Después de casi ocho décadas de «martínfierrismo», de adolescencia, hemos destruido toda nuestra enorme herencia, que nos dejaron los años fundacionales, las bases de 1853. El problema de la deuda pública argentina es diferente de otros, porque ha quebrado nuestro valor-país. Lo más grave y lo peor, es que la mayoría de nuestra clase dirigente no lo advierte. Lo primero entonces, es darnos cuenta de que debemos recorrer un largo camino institucional y jurídico, para restablecer el sistema capitalista. A partir de esas bases institucionales y jurídicas, debemos desarrollar un gran proyecto, que incluya las grandes obras transformadoras de nuestro país, para que crezca el agro, la industria y los servicios, con las inversiones asociadas del sector privado, que multiplicarán la actividad económica. Debemos reestructurar la deuda sobre bases serias, que hagan de Argentina un país creíble, confiados en nuestras potencialidades, en la capacidad como sociedad para crecer, terminando los conflictos existentes con distintos actores de la economía y la política. Un proyecto que incluya y no que excluya, que perdone y no que condene, que cimentado en la confianza en las instituciones y en el Derecho lance a nuestro país hacia un futuro de inversión y de producción. En suma, debemos restaurar el valor de la Argentina. Solamente se sale de una profunda crisis con una gran esperanza. Valor, según el diccionario de la Real Academia, es la cualidad del ánimo que mueve a acometer resueltamente grandes empresas y a arrostrar los peligros. Esta es la cualidad que hoy necesitamos desesperadamente. ———- (1) En 1854, en el Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina, Alberdi se pregunta sobre la aptitud de la Confederación para contraer empréstitos y dice: «¿Qué condiciones necesita poseer el gobierno que toma prestado, para infundir esa confianza en el valor de sus títulos de obligación? ¿El gobierno de la Confederación Argentina reúne esas condiciones?. El gobierno que toma prestado no necesita tener fondos disponibles para reembolsar mas tarde la totalidad de su deuda. Le bastará tener el necesario para pagar los intereses o renta puntualmente. Este interés o renta forma todo el precio de la deuda del Estado. No importa que la deuda sea perpetua cuando el deudor tiene vida inmortal en la tierra; es dueño de un vasto territorio y dispone de rentas públicas, que inevitablemente tiene que ser mas ricas y abundantes de año en año. Al tenedor de los títulos o efectos del gobierno poco le importa que éste no reembolse su valor nominal, si hay otras personas dispuestas a tomárselos por ese valor. Para que haya compradores de esos títulos, basta que el interés o renta estipulados en ellos se pague puntualmente, lo cual depende, en el crédito público como en el crédito privado, de que el gobierno deudor tenga con qué pagar los intereses y respeto a la puntualidad de sus promesas. Necesita, a más de ser puntual y fiel en sus promesas, tener seguridad de ser estable y de que sus obligaciones serán respetadas por sus sucesores… Y más adelante agrega «…Siendo el crédito del estado el recurso más positivo de que pueda disponer en esta época anormal y extraordinaria por ser de creación y formación, será preciso que los gobiernos argentinos sean muy ciegos para desconozcan, que faltar a sus deberes en el pago de los intereses de la deuda, es lo mismo que envenenar el único pan de su alimento, y suicidarse; es algo más desastroso que faltar al honor; es condenarse a la bancarrota y al hambre. El gobierno argentino acaba de dar una prueba de que comprende esta verdad en toda su latitud, cambiando la organización que había ensayado por error para su crédito público, por otra que le restablece a sus bases más normales.» (el subrayado es nuestro) ———- (2) Este es el título de una célebre película italiana en la que el Director desarrollaba, con notable éxito, un mundo bizarro, que caotizaba los valores. BIBLIOGRAFÍA CONESA, Eduardo «Argentina: como convivir con el default», LL 2004-A, sec. Doctrina. CRIVELLI, Julio César «La Deuda y el Valor» publicado en Ambito Financiero el 11.06.2004 – Pág. 14 – Sección Opinión de columnistas. CRIVELLI, Julio César «Gasto Público: enfermedad mortal» publicado en El Cronista (Tribuna) – 07.02. 2002 – Pag. 27 y en la Revista del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal Nº 53 02. 2002 – Pag. 36. CRIVELLI, Julio César «Raíz de la decadencia: el Poder sobre la Ley» publicado en Ambito Financiero el 10.03.2004 – Pág. 14. DALLA VIA, Alberto Ricardo «Reestructuración y arreglo de la deuda externa en el marco de la constitución Nacional», Diario La Ley 29.07.2004. EIRAS, Ana I. «IMF and World Bank Intervention: a problem, not a solution», Backgrounder published by The Heritage Foundation, Nº 1689, September 17, 2003. GARCIA HAMILTON, José I.; OLIVARES CAMINAL, Rodrigo; ZENARRUZA, Octavio M. «Juicios contra la República Argentina, class actions y embargo de bienes públicos», Revista Jurídica La Ley – Suplemento Especial sobre reestructuración de Deuda Pública, Noviembre 2003. OLIVARES CAMINAL, Rodrigo «Reestructuración de deuda pública: diferentes mecanismos», LL 2004-A, sec. Doctrina. RAVIER, Adrián Osvaldo «Deuda Pública Externa. Origen, desarrollo, default y reestructuración», www.fundacionatlas.org Secretaría de Finanzas – Ministerio de Economía y Producción «Lineamientos de la Reestructuración de la Deuda Soberana», 22 de Septiembre de 2003. |