17 de Octubre 2001 BAE – Buenos Aires Económico – Diario de Negocios – Página 17. |
Durante la campaña electoral previa a las elecciones hemos oído las manifestaciones más extremas sobre la economía argentina, relacionadas con un default o con una devaluación o con ambas posibilidades. Los efectos de estas manifestaciones, unidos a la baja recaudación, se han sentido inmediatamente, en términos de caída estrepitosa de todos los mercados y paralización de la economía, con enormes daños para todos los que trabajamos en este país, en algo que no sea la política. La ignorancia invencible de los políticos que compiten en la elección es la única causa que puede explicar este comportamiento dañino y contrario a los intereses de nuestra sociedad, -que sufre desde hace años por la depresión económica. Solamente políticos que no han trabajado sino de políticos, pueden exhibir tal desapego, tanta lejanía y distancia remota respecto de los problemas reales y su verdadera consistencia. Solo así pueden explicarse semejantes declaraciones y la indiferencia sobre el daño que causan. Algunas aclaraciones El default tendría consecuencias gravísimas para la Argentina, porque nuestro sistema financiero quedaría inmediatamente vaciado. La «corrida» sería imparable y en un abrir y cerrar de ojos toda la economía argentina se quedaría sin capital de trabajo. Otro tanto sucede con la devaluación. En realidad en el estado actual de la economía argentina, devaluación y default son términos correlativos, cualquiera de los dos, trae inevitablemente apareado al otro. En la devaluación, los deudores, (personas y empresas), no podrán pagar sus deudas a los bancos, lo cual representa la ruina del sistema financiero, industrial y comercial. Lógicamente tanto la devaluación como el default producirían además una crisis fiscal sin precedentes, puesto que el Estado en una economía paralizada nada podría recaudar, para solventar sus gastos. El default; la devaluación y la crisis fiscal, generarían en la Argentina una situación de «crack» económico, similar al de 1929, lo cual representa un enorme salto cualitativo de empeoramiento, respecto de la aguda recesión que hoy se vive. Recesión económica y crack La gravísima situación de aguda recesión que vive nuestro país, esta a «años luz» de un crack económico. Pero esta situación puede generarse con el default o la devaluación de las cuales se habla con tanta soltura. La aguda recesión que hoy se vive, puede revertirse, con medidas básicas y duros sacrificios. En cambio el crack es la rotura de todas las reglas, el estallido de todos los supuestos jurídicos que sustentan el sistema económico y la necesidad de su refundación. Argentina estuvo muy cerca del crack, tanto en la hiperinflación de 1989, como en la de 1990. Quebrada la confianza, el capital argentino y extranjero emigraría en un santiamén y colapsaría prácticamente todo el sistema industrial, comercial y financiero. Hasta cuando? Hasta que haya nuevas reglas, que le parezcan razonables a la sociedad y que tengan garantía de cumplimiento. Cuanto tiempo puede tomar esto? No se sabe. Las convulsiones sociales de un crack son tales que la aparición de nuevas reglas no es un dato pronosticable en el tiempo. Políticas de estado Llamamos aquí políticas de estado a algunas actitudes que todos deben tomar y sostener, porque la realidad es como es, dejando de lado el narcisismo, la competencia enfermiza por el poder o la omnipotencia del Gobierno. Esto es como la Ley de Newton: a todos nos gustaría flotar, pero no hay mas remedio que entender la vida aceptando que las cosas se caen para abajo. Mas allá de lo que nos parezca bien o mal, no se puede hablar de default ni de devaluación. El déficit cero es una realidad incontrastable, porque nadie nos presta. Con esas realidades inconstrastables, que son «nuestra Ley de Newton», debemos convivir. En lugar de negar esas realidades debemos asumirlas. Solo asumiendo tales realidades podemos salir de este postrante estado de recesión. Un consenso del sector privado Nuestra recesión es tan extrema, que las conductas de salida no son misteriosas, ni mucho menos. Todos los analistas serios coinciden en las conductas necesarias, que muy en general son: – Disminuir el gasto corriente del estado por debajo del déficit cero (reforma de Estado). – Disminuir los impuestos, para devolver al sector privado su capacidad de consumo y de inversión. – Fomentar enérgicamente las exportaciones. – Desarrollar de inmediato inversiones en obras publicas transformadoras que generen a su vez inversiones asociadas del sector privado. – Fomentar el crédito hipotecario y la construcción de viviendas. – Disminuir el costo de la deuda interna mejorando las garantías de la misma. – Disminuir el costo financiero. El problema no reside entonces en saber cuáles son las conductas sino en el acierto para implementarlas y para llevarlas acabo. En este sentido debe reconocerse que el gobierno hasta ahora no ha podido aportar casi nada. La conducta del gobierno ha tenido tres capítulos, a saber: – Una primera etapa en la que Machinea ajustó al sector privado, cometiendo el mas letal de los errores (Ley de Emergencia, Impuestazo, etc) – La segunda etapa estuvo marcada por un discusión sobre si debía ajustarse el gasto o realizar políticas activas, cuando es evidente que hay que hacer las dos cosas. – En el tercer capitulo, el Gobierno advierte que debe seguir ambas conductas, al mismo tiempo, ajuste de gasto y reactivación de la economía, pero demuestra que no sabe como implementar efectivamente ninguna de las dos. En efecto, el gobierno no parece resolver bien el déficit cero (mucho menos una disminución del gasto), y sus «planes de competitividad» han servido de muy poco. Mucho menos aun es lo que pueden aportar los políticos y los partidos políticos, mas acostumbrados a la discusión ideológica que al trabajo cotidiano. La hora del sector privado En cambio el sector privado, la industria, los bancos, el agro, la construcción, el comercio, los servicios públicos y privados, tanto desde el lado empleador como desde la óptica de los trabajadores, son quienes conocen cuales son las medidas que deben tomarse para remediar rápidamente el estado de parálisis en que se encuentra nuestra economía. En estos momentos de emergencia, de peligro extremo, los verdaderos actores de la economía, que son quienes saben lo que se puede y lo que no se puede hacer, deben retomar las riendas. El punto de inflexión en que se encuentra nuestra sociedad, es de tal trascendencia, que los «dueños» (empleadores y sindicatos) tienen que hacerse cargo de la situación rápidamente y pactar las medidas que deben producir la reactivación, así como los sacrificios que imprescindiblemente deberán hacerse para obtenerla. Si el Gobierno fuese sabio, -y ojalá lo sea-, convocaría a los actores reales de la economía, para que -bajo su dirección- determinen las medidas concretas que implementen las conductas y objetivos que nos saquen de la postración. A su vez, si los políticos fuesen sabios, dejarían de hacer un uso desbocado de términos gravísimos que pueden llevarlos a impensables situaciones, hoy por suerte lejanas. En estos momentos la Argentina tiene que jugar un partido histórico que marcara por mucho tiempo su futuro. Si dejamos que los verdaderos actores decidan, es probable que salgamos airosos. |