Diciembre 2002Site: www.elDial.com Doctrina. |
Las últimas tres décadas de la Argentina: Si pasamos revista someramente a las últimas tres décadas de nuestro país y recordamos los acontecimientos más importantes advertiremos un panorama estremecedor: 1970-1980 Gobierno de Isabel Perón – La subversión y el terrorismo en la Argentina -Inflación cercana a la hiperinflación – Gobierno militar – Represión descontrolada de la subversión. 1980-1990 Guerra de las Malvinas – Vuelta al sistema de elecciones populares – Suspensión de pago de la deuda externa – Hiperinflación. 1990-2000 Convertibilidad – Privatización – Estabilidad – Aumento del gasto público consolidado en el 127% – Acusaciones de corrupción generalizada. 2000-2002 Crack económico No es común que una sociedad a lo largo de treinta años experimente tal grado de trastornos políticos, sociales, económicos y jurídicos. La realidad es que los argentinos hemos vivido mal y angustiosamente, por nuestra propia responsabilidad y no hay dudas de que si no cambiamos drásticamente todo seguirá igual. Uno solo, cualquiera de estos acontecimientos, hiperinflación, guerra internacional, han sido suficientes para que las sociedades cambien su rumbo en forma definitiva. Nosotros en cambio, persistimos en las mismas costumbres y las mismas actitudes que nos han llevado a todas estas situaciones trágicas. A esta altura, la pregunta que corresponde formularse es si nuestro país esta en crisis o en decadencia: La respuesta es muy importante: quien está en crisis esta frente a una oportunidad de crecimiento. Quien está en decadencia solamente puede esperar el próximo escalón hacia abajo. Pero como veremos esta cuestión no depende del destino ni de nada que sea independiente de la razón y de la voluntad de las personas. Definiciones pendientes Argentina debe ser un país con pleno capitalismo Nuestro país debe terminar su indefinición sempiterna en materia de su «modo de producción» capitalista. Durante décadas, Argentina ha pretendido separarse, (pero no tanto), del tronco occidental y capitalista. Los argentinos practicamos un capitalismo vergonzante, disminuido y escondido. Ninguno de los dos grandes partidos políticos exhibe una actitud claramente capitalista, sino que prefieren no entrar en el problema. La acumulación de capital, generadora de empleo y bienestar, no se exhibe como meta u objetivo en nuestra sociedad. Ni los partidos políticos, ni los empresarios, los sindicatos, o las organizaciones religiosas o académicas muestran su preocupación por el crecimiento y generación de organizaciones de la producción. Y esto sucede desde hace décadas, reflejándose en las reglas jurídicas, teñidas en general, de un socialismo «a la violeta» que se refleja en la economía, atentando contra la competencia, la productividad y en definitiva la producción y la acumulación de capital. No hay otro modo de producir en el mundo, que el modo capitalista. Esto lo han comprendido, todas las sociedades que crecen espiritualmente y progresan, como nuestros vecinos chilenos. En las sociedades de hoy, la diferencia entre capitalismo y socialismo, se aplica al modo de distribuir, pero no al modo de producir, que siempre es capitalista. El modelo de producción socialista con la planificación central y la propiedad estatal, (sea social demócrata o comunista), fracaso en todas partes y simplemente no existe mas. Es una antigualla de principios del siglo XX. Paradójicamente cuando en el mundo se comprenden y comparten los conceptos que hemos reseñado, en nuestro país a partir del año 2000, arreciaron las criticas contra el «neoliberalismo». Es preocupante que dichas criticas hayan surgido tanto del Radicalismo como de importantes sectores del Peronismo y de la Iglesia Católica Argentina. Corresponde señalar que el fracaso económico argentino se debe precisamente a todo lo contrario, a no haber respetado los postulados basicos de una economía capitalista, aplicando su estructura con limitaciones y con timidez y dando marcha atrás en importantes avances. En efecto, el estado permanente de emergencia, unida al autoritarismo y la consecuente inseguridad jurídica, sistemática en Argentina desde hace décadas, el aumento inusitado del gasto publico post privatización, del orden del 127%, que generó una presión tributaria insoportable y una deuda publica interna y externa de enorme magnitud, la critica por parte del gobierno de la Alianza, a todos los contratos celebrados con anterioridad a su gestión, a partir del año 2000, (critica que entronca con antiguas tradiciones que arrancan ya en la presidencia del Dr. Illia), el retroceso en las relaciones con Estados Unidos que habían avanzado tímidamente en la década del 90, son todos inconvenientes para la instalación de un verdadero sistema capitalista. Nuestro país tiene que poner fin a esta absurda indefinición y corregir todos estos gravísimos errores, estructurando un modo capitalista de producir. Quedara para los partidos políticos y su ideología el modo socialista o capitalista de distribución, que es alternativo en el mundo moderno. Ubicación internacional de la Argentina En el mundo contemporáneo, desde la Revolución Francesa en adelante es muy difícil que una nación aislada y desorientada pueda crecer y progresar. El mundo desde entonces se va organizando en bloques cada vez más sólidos, más extensos y con personalidad mas definida. Es evidente por razones históricas, culturales y geográficas que nuestra alianza natural es con los Estados Unidos. Causas profundas de la decadencia. La indiferencia del sector privado. Ausencia de políticas de estado Lo expresado precedentemente describe muy someramente las causas inmediatas de nuestro crack económico. Más allá de la frivolidad, la falta de inteligencia o de preparación o sencillamente la corrupción de muchos de nuestros políticos, creemos que el gran ausente de todo esto ha sido el sector privado, incapaz de generar políticas de estado como sucede en cambio en otras sociedades. Desde hace algún tiempo en nuestro país se reclama la ausencia de «políticas de Estado». Este defecto de «políticas de Estado » se les reclama a los politicos y a los partidos políticos como si fueran ellos usualmente los generadores de tales politicias de Estado. Nada mas alejado de la realidad. Toda la historia política de Occidente confirma que las políticas de Estado son siempre generadas e impuestas desde el sector privado al sector publico o sector político. Desde la Carta Magna Británica en la Edad Media, hasta los pactos de la Moncloa a fines del siglo XX en España, siempre ha sido el sector privado, el que ha desarrollado las ideas y trazado las metas, que todos comparten. Nuestra incapacidad de generar estas políticas de coincidencia, es lo que permite que, la frivolidad, las ansias de poder y la corrupción de los políticos , se enseñoren de la situación, adoptando cualquier bandera que les plazca, sin responsabilidad alguna por el fracaso. Mientras tanto, nuestros empresarios y nuestros sindicalistas, permanecen casi al margen de la situación, como espectadores, preocupados exclusivamente por el resultado inmediato de los actos cotidianos de gobierno. Parece increíble, que a casi un año del crack económico mas profundo, que ha experimentado al historia económica argentina, el sector privado argentino, no haya sido capaz de elaborar un plan de coincidencias mínimas y que no exista, un programa claro de metas y objetivos trazado por el sector privado, de cumplimiento obligatorio, para cualquiera a quien le toque administrar nuestro país después de las elecciones. Argentina sigue librada a las fantasías más frívolas e insólitas de sus políticos, como la de derogar todas las leyes o la de someter la deuda externa al Tribunal Internacional de La Haya. Y como sigamos así, seguiremos oyendo dislates demagógicos que seguirán aterrorizando a los ahorristas y a los inversores locales y extranjeros. La agenda de la normalidad El sector privado sabe desde hace mucho de la tríada «emergencia – autoritarismo – inseguridad jurídica» y sabe que la inseguridad jurídica destruye el ahorro y la inversión generadoras del bienestar. También sabe por lo menos desde principios de siglo que nuestra alianza con Europa es imposible, que Europa no nos compra nada y no genera nuestro desarrollo comercial, que vive en un sistema de libertad económica fronteras adentro y que hacia afuera está «alambrada» con barreras arancelarias. También sabe el sector privado, que el gasto público demagógico y sin control es insostenible para la economía y que con tal de financiarse, el sector público, es capaz de cometer cualquier tropelía, que le proporcione fondos para pagar sus gastos inagotables. En una lista incompleta, se pueden enumerar algunas políticas básicas, que configuran la agenda, sobre la que inmediatamente debemos ponernos de acuerdo. – Ubicación de Argentina en el contexto internacional. Definiciones permanentes que proporcionen seguridades a nuestros aliados estratégicos y comerciales . – Definición capitalista del modo de producir en Argentina. – Relación con los Organismos Multilaterales de Crédito – Regularización de la deuda publica externa e interna. -Restitución al sector privado de su rol fundamental en la economía. -Restitución del rol facilitador del sector público. -Definición del nivel máximo del gasto publico en términos de porciento del PBI. -Eficiencia del sector público: estadísticas internacionales de productividad – Distinción entre gasto público corriente e inversión. Inversiones estratégicas. Capital privado asociado. – Restauración de una concepción liberal del derecho público y privado – Refundación de la moneda. Independencia del Banco Central – Reforma del sistema judicial – Reforma laboral – Ley de resguardo del derecho de la propiedad. – Reforma tributaria. Disminución de la presión tributaria. Desgravación de la reinversión. – Reforma de la Aduana Recuperar la Argentina: Transformar la decadencia en crisis Según Gibbon, la decadencia del Imperio Romano, se produce simplemente por la ausencia de lo que Macchiavelli llama «virtú», o sea la virtud pública, derivada de una fuerte conciencia del propio interés, en la preservación de la sociedad, de la cual se es miembro. En otros términos, la decadencia de una sociedad, se produce cuando esta ya no tiene mas reservas morales, que le permitan rehacerse en la crisis. Cuando frente a la crisis, en lugar de reunirse los protagonistas en torno a contenidos mínimos de coincidencia, siguen cada uno mirando su pequeño interés inmediato, sin advertir el grave peligro de desaparición que los acecha. Durante muchos y largos años, es lo que ha sucedido en nuestro país. Los distintos grupos económicos que configuran el sector privado, no han hecho mas que discutir entre si por pequeñeces, imponiendo circunstancialmente su voluntad, unos sobre otros alternativamente, con el objetivo de obtener metas ínfimas e inmediatas. Así es que nos hemos mantenido en decadencia casi ininterrumpidamente como ilustran con claridad todas las estadísticas sobre educación, salud, empleo, producción, exportación, etc. Sin embargo, estamos llegando a un punto de inflexión de extrema gravedad. A esta generación, le toca salir vigorosamente del crack económico. De lo contrario, lo que sigue es la disolución paulatina de la estructura política y social argentina. Si seguimos así, seremos puestos a un costado del camino por el resto de Occidente, (write off). Ya tenemos a la vista, las recientes declaraciones sobre nuestra «insignificancia», del ex presidente del Banco Central Alemán. En estos momentos, de peligro extremo, los verdaderos actores de la economía, que son quienes saben lo que se puede y lo que no se puede hacer, deben retomar las riendas. El punto de inflexión en que se encuentra nuestra sociedad, es de tal trascendencia, que los «dueños», empresarios y sindicatos, tienen que hacerse cargo de la situación rápidamente. En estos momentos, la Argentina tiene que jugar un partido histórico, que marcará por mucho tiempo su futuro y los verdaderos actores, tienen que hacerse cargo realmente de la situación. El centro del problema argentino, no es el cronograma eleccionario de Duhalde, ni mucho menos los contenidos políticos abstractos, que propone la mayoría de los candidatos políticos. El centro del problema, es la reunión del los distintos actores del sector privado, con el objetivo de establecer una agenda de coincidencias mínimas, absolutamente obligatorias e ineludibles, para quien tenga que administrar nuestro país en los próximos períodos. Si somos capaces de esto, si somos capaces de recuperar la «virtud pública», el deseo ferviente de existir como sociedad, si podemos reunirnos en torno a una lista mínima de coincidencias, la decadencia se convertirá en crisis y tendremos otra oportunidad de salir airosos. Por ahora no lo estamos haciendo. |