Febrero 2002 – El Cronista (Tribuna) 7 de Febrero de 2002, Página 27 – Revista del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal Nº 53, Página 36 |
Todos sabemos que el verdadero problema de la economía argentina es fiscal. El Estado Argentino siempre gasto mas de lo que debía gastar y mas de lo que recaudaba. El desorden fiscal nos llevó al final de los ochenta, a la emisión desenfrenada de moneda y a la hiperinflación de 1989 a 1991. En 1991 se sanciono la Ley de convertibilidad y se interrumpió la emisión de moneda sin respaldo. Pero no se interrumpió el gasto excesivo del Estado nacional, provincial y municipal. Todo lo contrario, este gasto siguió aumentando y creció mas del 100% durante la década del ´90, hasta este año. Este aumento del gasto publico se financio, en primer termino con el producto de las privatizaciones, después con endeudamiento publico interno y externo y finalmente con un aumento realmente monstruoso de la presión tributaria., Naturalmente el excesivo endeudamiento, la alta presión tributaria y por sobre todas las cosas la intransigencia de la Argentina, en disminuir el gasto publico (nacional, provincial y municipal) generaron en los acreedores internos y externos, la duda cada vez mayor y más fundada sobre la capacidad de pago de la Argentina, lo cual ha aumentado progresivamente el «riesgo país» y llevó la tasa de interés a niveles aberrantes, incompatibles con el desenvolvimiento de la economía. El Estado, como un «croupier» del casino, ha pasado el rastrillo en la economía y se lleva la mayor parte del dinero, despojando a los consumidores e imposibilitando las inversiones. Sin inversión y sin consumo, la economía argentina ha entrado primero en recesión y después en depresión. El clima se hizo irrespirable para los negocios y para el empleo. Las empresas privadas, otrora eficientes y prosperas son liquidadas y quebradas. Caen como monigotes dejando tendales de desocupados y de acreedores impagos que también se desestabilizan y generan a su vez, mas desempleo y crisis de pagos. Sin embargo, esta experiencia tremenda no ha sido suficiente. Los políticos y los sindicalistas argentinos eliminaron en 48 horas al único ministro que se atrevió a tomar iniciativas contra el gasto publico. (Ricardo López Murphy) Se prometió a la sociedad el «déficit cero», pero no se pudo lograr. Este incumplimiento, en medio de la depresión económica y con la presión tributaria al límite, quebró la creencia en la moneda convertible. Entonces, los argentinos comenzaron a sacar su dinero de los bancos, generándo una «corrida». Para impedirla, la sociedad fue sometida al «corralito», al confinamiento de su dinero, a la indisponibilidad de su patrimonio, y al control de cambios. Finalmente, la enfermedad de la economía argentina (el excesivo gasto público) derribó dos gobiernos y acabamos de estrenar el tercero. Ley de emergencia La emergencia de nuestro país tiene una causa fiscal, pero una vez más nuestros políticos eluden el problema y sancionan una de las leyes más injustas y arbitrarias de que se tenga memoria en la argentina. Esta ley se caracteriza por atacar, valga la expresión, a casi todos los protagonistas de la economía, sin decir ni una sola palabra sobre lo único que interesa, que es el tema fiscal. Ninguna de las medidas adoptadas por la ley de emergencia, tiende a disminuir el gasto publico. Todo lo contrario, este problema es sistematicamente eludido y soslayado. La devaluación implica una pérdida enorme para la sociedad y no hay solución posible. Esta pérdida afecta a todos los activos de la economía y todos valen menos; las empresas, los inmuebles, los depósitos. debe ser igualmente asumida como pérdida, en forma proporcional, por todos los activos de la sociedad, que necesariamente valdrán menos. A partir de allí, podremos empezar de nuevo. Empezar de nuevo La verdadera y nueva ley de emergencia debe ser una ley de reforma fiscal que, basada en un acuerdo federal, disminuya drásticamente el gasto público y el gasto político nacional, provincial y municipal. Ésta es una verdadera ley constitucional, en la medida en que implica la refundación del Estado argentino, en todas sus expresiones. Lo mencionado es válido tanto si la Argentina se mantiene en pesos como si se dolariza. No existe ningún sistema monetario que soporte el gasto público desmesurado, ni la presión tributaria asfixiante que tiene nuestro país. Los sistemas monetarios son símbolos de la economía real y es la economía real la que los sostiene o la que los derrumba. La Reforma Política La reforma del gasto político que propone el Poder Ejecutivo merece las siguientes consideraciones: – Que por primera vez se reconoce que el gasto político se financia con gasto fiscal. – Que se trata de una norma tímida , ténue y parcial, en cuanto a su impacto fiscal. Por otra parte el gasto político es una parte del gasto público. Es imprescindible, entonces, atacar todo el problema y no una parte. Devolución al sector privado En este momento, nuestra economía esta al revés: el gasto publico excede la recaudación, por lo que suben las tasas de interés del país entero y sube la presión tributaria. Las empresas y los consumidores tienen menos dinero y producen menos, con lo cual aumenta la brecha entre recaudación y gasto publico y el circulo vicioso se realimenta. Es imprescindible devolverle al sector privado, como mínimo, 10.000 millones de pesos por año, en términos de disminución efectiva y real de la presión tributaria, lo cual solo puede obtenerse disminuyendo el gasto. Simultáneamente, la disminución del gasto publico bajará las tasas de interés, al hacer mas creíble la capacidad de pago de la economía argentina. Los políticos y los sindicalistas deben generar por si mismos un acuerdo que permita la drástica disminución del gasto público. Debe abandonarse todo clientelismo y generar una profunda y rápida reforma política y reforma del Estado, que transmita una señal ética a la sociedad y devuelva realmente una porción significativa de la economía al sector privado. |